lunes, 22 de junio de 2009

Los Gritos (microrelato romántico 1)

Se levantó como cada día pero engañó a su mujer y a su hijo diciéndoles que iba a trabajar. Cogió el coche y se marchó a la costa. En aquellas fechas todavía no había nadie. Algún jubilado haciendo footing, algún parado paseando a un perro... Se sentó frente al mar y se encendió un cigarrillo. Cuando lo terminó se desnudó por completo y se metió en el agua. Se sumergió en las profundidades del mar y empezó a gritar como si estuviera loco. En el agua nadie podía oír sus gritos...
Salió a la superficie para coger aire y luego volvió a meter la cabeza para seguir gritando. Gritó y gritó hasta que se quedó sin aliento. Su ritmo cardiáco bombeaba la sangre mucho más rápido de lo normal. Pensó en un ataque al corazón, en su entierro, en su mujer y sus hijos de luto llorando ante su tumba. Se sumergió y volvió a gritar de nuevo.
Salió del agua y se vistió rápidamente. Comió solo en un pequeño restaurante frente al mar y se fué a la oficina a trabajar.

Por la noche llegó a casa.
Su mujer le esperaba desde hacía rato sentada en una silla en el centro del comedor. La observó. Era evidente que había llorado.
¿Por qué nos engañas?
¿Dónde has estado?
Acorralado y muerto de vergüenza optó por decir la verdad: - Algunas mañanas voy a la playa y sumergido bajo el agua grito hasta la extenuación. Me hace sentir mejor.-
¿Y por qué nunca me lo has contado?
Tenía miedo de que no me entendieras o que... Ella le interrumpió: -Mañana quiero ir contigo.- Él le dijo que no le parecía una idea... Ella le interrumpió otra vez: - Mañana quiero ir contigo.-
Por la noche durmieron cogidos de la mano. A la mañana siguiente llevaron a su hijo a la escuela y conducieron hasta la costa. El mar estaba embravecido y hacía muchísimo frío. -Podríamos dejarlo para otro día - le dijo él, pero ella se quitó la ropa y se metió en el agua. Él se quedó paralizado, pero al final reaccionó, se desvistió y entró en el agua con su mujer. Se zambulleron y gritaron como si les fuera la vida en ello. Aquello era genial pero... -¿Por qué gritamos bajo el agua? - Preguntó ella, sin apenas fuelle en la voz. - ¿Y Por qué no podemos gritar fuera del agua?- Él no supo muy bien que contestar. Le dijo que de esa manera nadie se enteraba... pero ella le interrumpió con un grito. Un grito que rompió el cielo.
Aquello le impactó. Ella le miraba desafiante a los ojos... Se dió cuenta que tenía razón y empezó a gritar. Ambos gritaron absolutamente poseídos por el momento; retro-alimentados por sus propios chillidos, sacaron del fondo de su ser, todo el odio, el resentimiento y el miedo acumulados durante toda una vida.

Cuando los policías hubieron confirmado su documentación les pidieron también que no volvieran a asustar a la gente y les recordaron que estaba prohibido bañarse desnudo en esa playa. La policía les increpó que a su edad era un poco ridículo que andarán por ahí haciendo el gamberro. Uno de los vigilantes de la costa les advirtió de lo grave que puede ser una falsa alarma y que era su obligación recordarles que siempre había gente velando por la seguridad de los bañistas y que aquel accidente era de muy mal gusto a la par que peligroso y molesto.

Volvieron a casa, callados en el coche, no sin antes ir a buscar a su hijo a la escuela. Cenaron mientras el benjamín de la familia les contaba risueño lo que había aprendido en la escuela: el mapa de Europa y la regla de tres.

Por la noche, en el dormitorio, mientras el niño dormía se empezaron a reír del accidente en la playa. Luego se empezaron a besar. Se tocaron como si fueran nuevos el uno para el otro. Y luego hicieron el amor, como hacía tiempo que no lo hacían. Aunque como su hijo dormía en la habitación contigua, tuvieron que reprimir sus gritos apasionados.

sábado, 13 de junio de 2009

reflexión mortal

Desde pequeño me alejaron de un montón de cosas que luego resultaron ser las mejores: Sexo, vicios, drogas, rock and roll... Espero que con el tema de la muerte acabe pasando lo mismo...

martes, 2 de junio de 2009

el sentido de la vida

Una noche, acostada a mi lado con su eterna sonrisa, Marta me dijo la siguiente frase:- "Cuando haya una hecatombe y se acabé el mundo, al final, sólo quedará un helado de fresa, un helado de nata y un helado de piña."- Luego, sonrío y se escondió tímida y divertida en mi regazo.
En realidad, es una frase que no he logrado entender del todo pero tiene la particularidad de aparecer en mi cabeza cuando las cosas no van del todo bien. Me hace sonreír, me recuerda que el mundo es un absurdo y gigantesco sinsentido y que al final… bueno, al final sólo quedará un helado de fresa, uno de nata y uno de piña.

lunes, 1 de junio de 2009

argh!!!

¿Qué? ¿Qué quieres? ¡Dime! ¿Qué mierda quieres? Vienes a buscarme sin falta todos los putos Domingos... Oigo como te acercas con tu traje de cacerolas, arañando la pared, arrollando todo lo que se te interpone por el camino.
Soy tu víctima.
Te alimentas de mi miedo y de mi cansancio. Llenas mi esternón de hielo, inhalas mi oxígeno y luego me aprietas el cuello hasta que no oigo mi voz. Deja de contarme que soy un gusano. Un don nadie que tiene todo perdido. Deja de llamarme viejo e inútil y no me muestres el día de mañana como algo imposible de superar.
¡Vete! ¡Muérete! ¡No pienso ser tu mártir!
Conjuro a todas las fuerzas elementales del universo, a la fuerza que hay dentro de mí y a la clemencia del destino para que me ayuden a desterrarte, a pisotearte y a arrancarte el corazón. ¡Maldita angustia dominguera! No me comas vivo. Te lo suplico.