jueves, 28 de mayo de 2009

Diario de un rebelde

Paso de tener un diário.

lunes, 18 de mayo de 2009

las tres revelaciones (3 de 3)



Con apenas cinco años, estoy en mi habitación jugando con algunos clicks de famóbil. He descubierto que les puedo cambiar las cabezas y eso es una señal inequívoca de que aquellos muñequitos empiezan a cansarme. Pronto empezaré a probar cosas como lanzarlos por la ventana, meterlos en el horno o quemarlos con alcohol de farmacia. Un niño puede ser muy cruel cuando un juguete le aburre. Y es en ese estado de aburrimento cuando entro en el dormitorio de mis padres a ver si algo me distra... ¡Ups! Mi madre se está vistiéndo. Lleva unas braguitas y un camisón de dormir. - ¡Anda, vete, que me estoy cambiando y tengo prisa! - me dice con cariño. Pero yo no me muevo ni un milímetro, mis pies y mis ojos están atrapados en el hormigón de la curiosidad. Mi madre es una joven de unos treinta años, dulce y maravillosa. Su silueta es acariciada por un halo de luz blanca que entra por la ventana... - ¡Va! ¡Vete a jugar !- me dice - que tu madre tiene mucha prisa -
En el fondo quiero hacerle caso pero en la forma es imposible; estoy atrapado. Algo ocurre allí y ese algo merece ser descubierto por mi incansable curiosidad infantil.
Decido no moverme. Supongo que mi madre entiende que no es bueno ocultar nada y detrás de una lucha terrible, entre su educación judio cristiana-represiva y el devenir liberal de los 70, acaba optando por esa pequeña vena progresista que tantas veces esconde y de un sólo gesto y sin avisar se quita el camisón dejando sus senos al descubierto.
Aquello me coge, mejor dicho, me sobrecoge por sorpresa. Bueno, la verdad, siendo sincero, aquello me golpea por sorpresa. Un “uppercut” de órdago me levanta a tres mil metros del suelo y luego me deja suavemente sobre mis temblorosas piernas en la habitación de mi madre.

Yo no he visto nunca a una mujer desnuda. Ni he sentido curiosidad por una mujer desnuda. En aquella época la televisión es muy distinta: Las chicas con bikini tienen dos rombos (señal que advierte que aquel programa o película contiene imágenes "hirientes" para mí.) En los quioscos no hay miles de portadas de revistas cachondas y cuando voy a la playa… pues… no existe el top-less y sinceramente, con cinco años, estoy ocupado en bañarme y jugar...
Pero, siendo sinceros, no es sólo la visión de una mujer desnuda lo que traumatiza mi inocencia. Lo que me impacta es que mi madre se sienta incomoda y avergonzada de enseñarme sus pequeños senos rosados y que yo me sienta incómodo de observarlos. ¿Por qué me late tan fuerte el corazón? Salgo corriendo del dormitorio y me entierro bajo las sábanas de mi cama, mientras agarro con inusitada fuerza el cuerpecillo de un clic decapitado. La imagen de los pezones rosados de mi madre persiste en mi cerebro como si hubiera mirado al sol con los ojos completamente abiertos. Estoy muerto de vergüenza y me siento culpable por una situación que no entiendo. Todas aquellas sensaciones, incluido un tirón en la columna vertebral, y un cosquilleo en el pipí son nuevas para mí. Si hubiera estudiado a Freud en el parvulario, ahora podría entender muchas cosas, pero como no soy más que un pobre e ignorante prepuber decido ir a la cocina y reventarme a comer galletas. Me subo al típico taburete que no sirve para subirse y cuando ya casi tengo las galletas en mi posesión, el taburete se tuerce y me caigo al suelo dándome un tremendo batacazo en la cabeza.
Mi madre entra corriendo y asustada me coge en su regazo. Ahora está vestida y mi cabeza reposa en sus senos que simplemente se me antojan maternales, cálidos y conocidos. Cierro los ojos. Mi madre me dice cariñosamente:-¡Qué día más tontito tienes hoy, no?- Pero yo no la escucho, sólo estoy pensando en cuerpos desnudos: mi profesora de plástica desnuda, mis compañeras de parvulario desnudas, la monitora de catequesis desnuda, la vecina de la puerta de enfrente desnuda, mis sobrina de Sant Feliu desnuda, la presentadora del telediario desnuda, Teresa Rabal desnuda, Ana de Enrique y Ana desnuda, las chicas del grupo Parchís desnudas, desnudas, desnudas, desnudas....

miércoles, 13 de mayo de 2009

Una frase.

La idiotez es el espejo del alma.

viernes, 8 de mayo de 2009

cocaína

Resulta que los grandes sueños sólo son pequeñas pesadillas.
Que Diana no acierta en el centro.
Que la música ensordecedora son compases programados.
Que el marisco es un cangrejo muerto.
Que las grandes ciudades a lo lejos son pueblos a lo cerca.
Que el vino más caro sabe al vino de siempre.
Que las prostitutas fingen que les gusta el dinero.
Que las mansiones son las casas de otro barrio.
Y que el descontrol es el fruto de la desesperación

Más
al final,
lo grande es lo más pequeño.
Y lo pequeño es lo de siempre.

Fingir agarrado al vaso de un cubata se convierte en un deporte.
Y el amor supremo se convierte en super memo.
El futuro pronto será el pasado
y...
Habrá que cuidarse, relajarse, entenderse y quererse.
No habrá sorpresas ni mayúsculas.
Ni metáforas excepcionales.
Sólo castillos de arena que se lleva el mar
para siempre.

martes, 5 de mayo de 2009

más dificil todavía

Escribir la biblia en el canto de una moneda.
Practicar sexo anal con un cactus.
Limpiar letrinas con la lengua.
Escalar el Everest a pata coja y con las manos
atadas a la espalda.
Ducharse con cola de impacto.
Mear cristales de bohemia.
Dormir en una cama con escorpiones.
Dejarse follar por un rinoceronte.
Comer tres platos de caca.
Lavarse los ojos con zumo de limón.
Meterse un zapato por la nariz y sacarlo por la boca.
Trabajar en el Mc. Donald´s de Rambla Catalunya.
Comerse a lo vivo la mano derecha.
Arrancarse los pelos de la cabeza uno a uno.
Escuchar de un tirón todos los discos de Bruce Springsteen.
Hacer gárgaras con lejía.
Lamer los enchufes.
Meter la cabeza en una freidora.

y lo peor:

amar a alguien que no te corresponde.

viernes, 1 de mayo de 2009

supervago


Me levanté porque estaba harto de dormir. Me dio mucho pereza ducharme y me eché en la cama. Al cabo de tres semanas sonó el móvil. Pero no contesté. Aún no había hablado conmigo mismo ¿cómo iba a hablar con los demás? Tenía hambre pero la nevera estaba vacía porque me había dado pereza ir al supermercado y hacer cola. Además, antes tenía que ir al cajero y eso sí que me daba auténtico palo. Me comí las migajas de unas patatas fritas que alguien había comprado y miré por la ventana. Se estaba bien. El aire de las 13h en el patio interior de una escalera es de lo más saludable.
Enseguida me cansé y me volví a echar en la cama. Treinta y dos horas después sentí cierta intranquilidad por no hacer nada. Me levanté y puse una canción en la microcadena pero no la escuché toda. Abrí la nevera y comí una loncha de queso seca que alguien había comprado. Fui al baño y mientras meaba sonó el teléfono. O una cosa o la otra. Acabé de mear y miré la llamada perdida. Los pesados del curro llevaban cientos, ¡qué digo cientos! ¡¡¡miles!!! de horas trabajando. La mayoría iban drogados de café y azúcar de bollería. Pensé en llamarles en una hora cuando estuviera un poco más lúcido y ellos más cansados.
Hojeé una revista y me acosté en la cama. Cerré los ojos. Dieciocho años más tarde volvió a sonar mi móvil. Sería mi chica o mi mejor amigo o mi padre y mi madre al mismo tiempo, no supe qué hacer y lo cogí. Eran los del trabajo. Querían saber si aceptaba dar unas clases en la Universidad. Les dije que estaba muy ocupado y que vería qué hacer. Insistieron. Les dije que lo pensaría y que les llamaría el... el.... el jueves, ¡NO! mejor el viernes y les colgué con la excusa de que no tenía cobertura y no entendía nada de lo que decían. Fui al baño. Allí pensé cómo olvidar todo aquello. En el baño se estaba bien. Sentado apaciblemente con un montón de tiempo para uno mismo. Dos horas más tarde me puse el pijama y me metí en la cama a leer pero se me cerraban los ojos. Dormí un par de horas con la luz encendida y luego, sonámbulo, me levanté a apagarla para volver a dormir en la más reconfortante oscuridad.

ilustración de M.B.