miércoles, 30 de septiembre de 2009

Diario de un zumbado

Hoy he puesto Coca-Cola Zero en mi motocicleta y me he bebido 3 litros de gasolina. En el taller me han dicho que lo mío no tenía solución.

jueves, 24 de septiembre de 2009

La cucharilla. (Microrelato Romántico 3)



Tras cinco años de relación Carlos y Ana se separan. Ella quiere cambiarle y él no la escucha. Después de millones de discusiones, reproches y numeritos, un día se dan cuenta que no quieren estar más tiempo juntos. Él se va a vivir a un apartamento y ella se queda con la casa.

Para Carlos lo peor son las noches. Está acostumbrado, incluso después de alguna tremenda discusión, a dormir pegado a ella, abrazarse a su espalda como una lapa, encajarse contra su mullido trasero y trenzar sus piernas con las de su mujer, quedando tan juntos como dos cucharillas de café guardadas una dentro de la otra. Asi, protegidos, a salvo del abismo, dormir cómo dos náufragos cogidos a una boya en un mar tormentoso...

Pero ahora está solo. Tiene miedo. El nuevo apartamento hace ruidos extraños, la noche se presenta negra, solitaria, llena de peligros y pesadillas y anhela con todas sus fuerzas la salvación del calor humano.
Está tentado de llamar a su mujer. Suplicarle simplemente que duerman juntos. Sin sexo, sin conversaciones, sin nada de nada... sólo un abrazo en cucharilla.

Por la mañana, Carlos, deambula por la lluviosa ciudad. Perdido, entra en unos grandes almacenes dónde uno siempre puede encontrar el consuelo de cualquier mal. Carlos pasea por la sección de regalos. Algo le llama la atención. Se anuncia con un expositor de colores: "Cucharilla Pilow". ¡No puede ser! Una almohada en forma de mujer o de hombre que sirve para dormir como si estuvieras pegado a la espalda de alguien. ¡Qué horror! ¿Quién es el desgraciado que se compraría semejante barbaridad?
- Hola, ¿Le puedo ayudar? - Le dice un empleado de sonrisa perpetua y corbata almidonada. - No, sólo estaba mirando....- Contesta Carlos avergonzado de hablar con alguien al lado de un producto tan humillante. El vendedor insiste:- Fíjese, directamente del Japón, una maravilla. Tiene el tacto de una mujer, es moldeable y sale tirada de precio. - Carlos le interrumpe: - Perdone pero no estoy interesado en... en.... esta salvajada...- El dependiente no se da por vencido:- No se confunda. No es una muñeca hinchable. No es un juguete erótico. Es simplemente el compañero ideal de las noches solitarias. Se puede plegar y se puede llevar de viaje e incluso se puede compartir. Sí, por fin el que da la espalda también tiene una espalda dónde agarrarse. -
Carlos se marcha indignado - ¡Por favor! -

Fuera en la calle sigue lloviendo; para Carlos es sólo una representación mental de su estado de ánimo, por eso no lleva paraguas. Cuando llega a casa está empapado de tristeza. Carlos se mete en la cama en posición fetal y se agarra con fuerza contra su almohada. Llora. ¡La echa tanto de menos! Decide llamarla, contarle todo lo que siente. Al sexto tono ella le contesta: - ¿Diga?- su voz le recuerda la cruda realidad, todo lo que les ha separado: Los gritos, los reproches, el mal humor, las discusiones.... Carlos, sin decir nada cuelga. En la ducha el agua congelada despeja su cabeza. Esta claro. En realidad no la echa de menos... lo único que echa de menos es dormir en cucharilla. Son las tres de la madrugada...
A las nueve de la mañana el día no ha levantado sus colores por culpa de la tormenta. Carlos , sin haber dormido, llega al centro comercial y compra la almohada en forma de chica. El dependiente le sonríe engreído pero Carlos se traga su orgullo. Cuando se marcha oye como el comerciante le grita: -¡Se acabó aguantar a alguien que no te gusta para no dormir solo! - Carlos se gira indignado y el dependiente le sonríe diabólicamente.
Por la calle la gente le mira entrometida mientras Carlos se apura en tapar las fotografías que delatan el contenido inconfesable de la caja, una enorme caja que contiene el consuelo, y la salvación....
Una vez en casa, Carlos se desviste, prepara la cama, baja las persianas, saca la almohada de su envoltorio y sin mirarla (para no romper el hechizo) se acuesta con ella.
El producto es de calidad. La almohada tiene un tacto suave, cálido como de piel humana, sus articulaciones son casi reales. Carlos se enreda por detrás y se aprieta con fuerza. En el exterior la lluvia cesa, un rayo de sol se filtra entre las nubes y se cuela por las rendijas de la persiana pero Carlos ya duerme plácidamente cómo si acabara de nacer.

A varias manzanas de allí, la misma luz despierta a Ana , la ex-mujer de Carlos, que se levanta y guarda en el armario una versión masculina de la almohada humana con la que ahora puede dormir tranquila y sola.


Para Sarita, para celebrar que todo ha salido bien.

domingo, 13 de septiembre de 2009

Una mañana difícil. (microrelatos imposibles I )

Carlos Campos llega a la oficina quince minutos tarde con un aspecto terrible. El Jefe, indignado, requiere su presencia. Carlos acude a su despacho totalmente despeinado, con su traje arrugado y la corbata sin anudar... - Tome asiento - le dice el jefe y acto seguido empieza su discurso: - Sr. Campos, esto no puede ser. En esta empresa la puntualidad es un valor que tenemos muy en cuenta. Su aspecto deja mucho que desear. Espero que esta falta tan grave no se repita.... -
Carlos le interrumpe con un gruñido. Su Jefe le mira extrañado. Repentinamente Carlos sufre un brusco espasmo que casi le tira de la silla. - ¿Se... se encuentra usted bien? - le pregunta el Jefe asustado. Carlos no puede contestar, su garganta está bloqueada y no puede respirar pero utilizando gestos le dice a su jefe que se encuentra de maravilla; este carraspea y se dispone a seguir sin darle más importancia: - Pues lo que le decía, en esta empresa... - El siguiente espasmo de Carlos es todavía más fuerte y difícil de disimular. Carlos golpea la mesa con sus piernas y hace caer algunos objetos, un marco con la foto de la esposa del jefe, un pisapapeles con el "logo" de la empresa, un "souvenir" de la torre de Pisa... La cosa se esta yendo de madre y a Carlos le sobreviene una arcada que le deja unos eternos segundo con la boca abierta. El jefe pulsa un botón de la mesa y habla a un intercomunicador: - Teresa, puedes traer agua, es urgente.- Carlos se repone y pide excusas asfixiado. - ¿De verdad se encuentra usted mejor?- Carlos, rojo como un tomate asiente con la cabeza. Teresa la secretaria entra con una bandeja con una jarra de agua y algunos vasos. Cuando se dispone a dejarlos en la mesa, Carlos se levanta de golpe y se golpea con ella. La bandeja cae al suelo, la jarra y los vasos se rompen estrepitosamente. Carlos se apoya en la pared y con gran esfuerzo empieza a vomitar algo sólido. Su boca se abre espantosamente para dejar paso a algo enorme que sale de su cuerpo. La secretaria, asidua amante del jefe, se agarra a la espalda del jefe que la protege con su cuerpo. Carlos, entre jadeos y regurgitaciones arroja fuera de si un enorme trozo esponjoso lleno de babas. Sin aliento, Carlos se desliza por la pared hasta quedarse en el suelo agotado y avergonzado. Cuando el jefe y la secretaria se acercan a la extraña forma que Carlos ha vomitado , descubren atónitos que se trata de una almohada individual, seguramente del Ikea, con su funda de color beige y su blonda azul marino. Carlos les mira desde el suelo con los ojos llorosos y la cara enrojecida por el esfuerzo. Arrepentido y con un hilillo de voz logra decirles: "Intenté no llegar tarde.... pero fue imposible."


Inspirado en un fragmento de un guión (que no tiene nada que ver) escrito por Sergio Sánchez y J.A.Bayona.

sábado, 5 de septiembre de 2009

Faces

Es fácil. Pones aceite en una paella y enciendes el fuego. Te embadurnas la cara con harina, preferiblemente harina de galleta mezclada con huevo. Luego pones la cara en la paella durante unos minutos hasta que quede doradita. ¡Alehop! Eres el hombre croqueta. Las chicas se vuelven locas. Te encuentra atractivo, cool y crujiente. Todas quieren pasar la vida contigo. Algunas incluso te quieren comer la cara. Si eso ocurre, tu calavera se queda a la vista. Pero eso también mola mazo. A todo el mundo le gustan las calaveras. Ahora tu cara combina como nunca con una chaqueta de cuero negro. En las discotecas, la luz de neón resalta el fósforo de tu cráneo y nadie se atreve a llevarte la contraria. Puede que a tu padres no les guste tu nuevo look, seguro que han leído cosas muy malas sobre las calaveras, pero para ello puedes enrollarte una venda de farmacia, conjuntarla con unas bonitas ray-ban polarizadas y hablarles de un injusto accidente con un conductor borracho que se echó encima tuyo a 200km por hora. Puede que se apiaden de ti y te paguen una operación para que un médico alcohólico te injerte una careta de Mickey Mouse que te servirá para encontrar trabajo en fiestas de cumpleaños infantiles o en orgías con gente de la clase más alta de tu ciudad. No obstante, puede que a tu novia no le guste fornicar con un ratón antropomórfico y entonces tendrás que cortar con ella y buscar una chica que te quiera tal y como eres (ahora) sino siempre puedes optar por la cirugía estética para que te pongan la cara de Goofy. Ya sabes, a las chicas les vuelve locas, casi más que cuando llevabas el look croqueta.