viernes, 30 de abril de 2010

el otro lado


Cientos de miles de productos hiper-interesantes, baratos, excelentes. Acción, mujeres, sexo, lujuria, viajes, atracciones y emociones. Noticias, desastres, dramas, asesinatos, gritos, deportes, fútbol, fútbol y fútbol. Celos, escándalos, brillantina, maquillaje, bocas, ojos, culos, lenguas, dinero, coches, consejos, ordenes y prioridades y.... de repente negro. ¿Negro?
¿Qué le ha pasado al televisor? Pregunta él ofendido. No lo se. Contesta ella extrañada. Ambos no se miran. Tienen la vista clavada en la pantalla donde sólo hay negro.
Poco a poco, cuando sus ojos se acomodan a la oscuridad, aparece su reflejo en el televisor. Son ellos. Dos mosquitos atrapados en el ámbar. Se miran.
Están en el comedor, sentados en un sofá, con el plato de la cena sobre sus rodillas. Él se ve muy calvo, ha perdido mucho pelo, hundido en el sillón. Con un gesto intenta sentarse con más decencia. A su lado, está repantingada su mujer, algo ajada, con sus gafas de siempre. No le quedan bien, son de vieja, pero prefiere no decírselo, no quiere ofenderla y menos discutir con ella.
Ella se observa poco agraciada, pequeña, como si hubiera menguado, luego piensa que hace tiempo que nadie le corta bien el pelo. Con un gesto se echa el flequillo un poco para atrás. El comedor se ve anticuado, avariciosamente rancio. Su marido lleva el mismo jersey de siempre, un jersey que nunca le ha gustado, además él también ha menguado.
Él coge el mando de la tele, ella lo ve a través del reflejo, y pulsa los botones desesperadamente. Ella le dice que tenga paciencia pero él aprieta con fuerza todos los canales." ¡Maldito televisor!" Ella le intenta calmar con un "tranquilo cariño". Y él contesta con violencia: "¡Estoy tranquilo!" Ella se enoja y... ¡Click! De repente vuelve la imagen. Él se relaja, ella también. Cientos de miles de productos hiper-interesantes, baratos, excelentes. Acción, mujeres, sexo, lujuria, viajes, atracciones y emociones. Noticias, desastres, asesinatos, gritos, deportes, fútbol, fútbol y fútbol. Celos, escándalos, brillantina, maquillaje, bocas, ojos, culos, lenguas, dinero, coches, consejos, ordenes, prioridades, etc... etc...

jueves, 22 de abril de 2010

La buena nueva

La gente va desnuda por la calle. Los hombres llevan sus miembros erectos cual mástiles para la bandera del amor. Las mujeres dejan un baboso rastro y abren sus piernas, sus culos y sus bocas en cada rincón de la ciudad. La carne liberada se atrae. La luz metálica lo baña todo y lo sublima todo. Mi bragueta se tensa como si guardara dentro a un increíble hombre creciente, un increíble Hulk, un Mr. Hyde que quiere dejar de esconderse. Los botones salen disparados y mis pantalones se hacen trizas. Las bocas en forma de"O", los ojos en forma de "O", los culos en forma de "o", y mi animal desbocado dispuesto a pasar por el aro. En lo bares hay orgías, en el metro una gang bang, en los supermercados ofertas de orgasmos. La gente se baña en las fuentes publicas, se exhibe en los escaparates y se apelotona en lascivas montañas de cuerpos. La ciudad es el caos. Las tiendas de ropa queman todo su genero, la policía anuncia la ley marcial y los predicadores se afanan en saquear los sex shops. Es el fin de los meses sin fin, el fin de los feos, de los viejos, el fin de los tabúes, el fin de la soledad y de los meses "sin". Todo el mundo es guapo, todo el mundo es deseable, ya nadie quiere casarse porque no existe ni la muerte ni la enfermedad, todo el mundo quiere procear, mutiplicarse y sobrepoblar el planeta, el sexo es una arma con la que matar o morir, y el amor es la resurrección. El milagro de una nueva vida florece. Llego la primavera.
Pero de repente, el tiempo cambia, una nube, una tormenta, una borrasca lo inunda todo. Llueve en un día gris. Y la gente viaja en metro mirando al suelo, evitando el contacto de sus forrados abrigos. Las buenas maneras, la prudencia y la corrección nos esclavizan a todos. La carne es flácida, el amor eterno, fiel, único. El planeta abigarrado de trabajadores con las manos en los bolsillo (silbando para disimular) se llena de contención, amargura y soledad. Nadie se toca, nadie se mira, y el sexo se encierra en las pantallas de algun televisor. Aparece otra vez el juicio y se señalan los feos, las gordas, los viejos, los calvos, el mal aliento, el virus y lo indeseable. Se renuevan las etiquetas y se castiga con el aburrimiento a los que incumplen las normas. El aire corre frio y rancio entre los cuerpos callados, el triunfo de la razón se celebra en silencio. Abrigos, sombreros, distancia y respeto. Y la primavera tan lejos....

martes, 6 de abril de 2010

¿¡Te crees muy listo, eh!?

Si transportes metropolitanos no tuviera que gastarse el dinero en revisores, sistemas de seguridad, campañas de publicidad disuasivas, maquinas expendedoras, etc... podría invitar a la gente a viajar en metro gratis. Para protestar por esta incoherencia, siempre me cuelo en el metro. Lo hago por eso y para que los guardias de seguridad, los publicistas y los fabricantes de billetes no se queden sin trabajo y puedan llevar a sus hijos a una escuela de pago.

Esta vieja costumbre ha cambiado mi vida por completo. La semana pasada, en una estación en la que antes nunca me había bajado, cuando me dispongo a salir, las puertecitas, que me separan del exterior, no se abren. Raudo, intento lo mismo en otra salida, pero las dichosas puertecitas permanecen cerradas. Enseguida me doy cuenta de que para poder abandonar el metro uno tiene que introducir el ticket, validar su viaje y entonces, las puertas se abren.
El crimen es algo que hay que hacer rápido y sin pensar. Un, dos, tres. Me pego a la espalda de un ingenuo viajero como si fuera su sombra y le sigo. El anónimo benefactor saca su ticket y las puertecitas se abren, y diligentemente pasamos hacia al exterior como si fuéramos la misma persona. Me aparto del honrado ciudadano que no se ha percatado de nada y me dirijo a la calle con la excitada alegría que da superar un pequeño obstáculo. Hace un día soleado, totalmente primaveral, los niños juegan en la calle y de repente me doy cuenta de la magnitud de mi tragedia. Sin pensarlo, acabo de colarme al mundo real. Soy un polizonte de la ciudad entera. Algunas dudas asaltan mi cabeza. ¿Habrá revisores? ¿Vigilantes? ¿Cual será la multa por colarme en la ciudad?
Asustado, camino por el lado de las sombras, me compro un bigote postizo en una tienda de disfrazes para delincuentes y evito la mirada de cualquier persona hasta que llego a mi casa. Cierro la puerta a mis espaldas, me siento en el suelo resoplando. Mi vida ha cambiado por completo. La emoción aprieta mi esternón, ahora soy un fugitivo, un criminal, un fuera de la ley. Me he colado de lleno en esta vida, en esta ciudad y eso tiene pinta de ser muy pero que muy grave.