miércoles, 29 de diciembre de 2010

La colección de fotografías de niños desnudos sólo puede ser vista por la policía.

Confundimos la literatura romántica con los libros de autoayuda.
La televisión con el oráculo.
Las drogas con la salida.

Si me desnudo en un museo nadie entenderá mi obra de arte.

Una doble penetración ya no me la pone dura dos veces.

Dejé de pertenecer a este mundo el día que dejé de ver el telediario.

Si no estoy satisfecho, me devolverán el dinero pero jamás la satisfacción.

Nunca he leído Robinson Crusoe pero sé de que va,

un tipo solo en una isla.

sábado, 11 de diciembre de 2010

sobredosis

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miércoles, 1 de diciembre de 2010

Un nombre normal

Muerte Segura Campos tuvo que aguantar la burla y la incomprensión desde el día en que nació. Su padre estaba completamente borracho cuando acudió al registro. Le preguntaron cómo quería que se llamara su hijo y él no dudó en responder "mi hijo se llamará Muerte"
Su madre, totalmente compulgida, se desgañitó delante de impasible administración pero en aquella época los nombres eran algo sagrado y no se podían cambiar.

Los años escolares fueron especialmente difíciles. Muerte, intentaba esconder su nombre, pero tarde o temprano las listas escolares le delataban. Carlos, Luis, María, Antonio y entre miles de carcajadas, burlas y aullidos, el nombre de Muerte. Había dos tipos de compañeros de clase: Los que le hacían el vacío, asustados por la negrura de su nombre y los que se mofaban de él sin compasión. Nadie se sentaba a su lado y cualquier día era un buen día para que Muerte se encontrará en el interior de su mochila a un pájaro degollado, la calavera del esqueleto laboratorio de química o cualquier otra salvajada, mientras oía, a lo lejos, las risas de los que nunca serían sus amigos.

En la universidad las cosas fueron distintas. Muerte pudo esconder su nombre durante los primeros meses. Hizo algunos amigos y en una fiesta, conoció a Ana. Le mintió, como a los demás, le dijo que se llamaba Juan. Ana se quedó prendada de la mirada inocente y llena de bondad de Muerte que a su vez se quedó atrapado por los ojos azules y la sonrisa abierta de aquella chica.
Se enamoraron el uno del otro y el otro del uno. Y con el primer beso se dieron cuenta que habían encontrado el amor para el resto de sus vidas.

Todo se vino abajo, cuando el nombre de Muerte Segura Campos apareció en las listas del primer examen del curso. La gente, dejó de tratarle con normalidad, y como siempre, empezaron a tenerle miedo y a reírse de él. Muerte, no se atrevía a contestar las llamadas desesperadas de Ana, se sentía avergonzado y culpable por haberla mentido y, por si fuera poco, hasta él había empezado a pensar que su compañía podía ser mortalmente peligrosa.
Ana le esperó en la puerta de su casa y cuando Muerte salió, le pidió explicaciones. Muerte le dijo entre lloros que escapará. Que se fuera corriendo. Pero Ana que estaba enamorada de aquel chico con problemas, retraído y de dulce carácter, le dijo lo más bonito que Muerte jamás había escuchado:"¡Tú eres mi vida!"
Se casaron en una boda muy íntima. Cambiaron el discurso y en lugar de decir "hasta que la muerte os separé" dijeron "hasta que el peor de los infortunios os separe". Eran una pareja feliz y Ana demostraba día a día que vivir con Muerte no representaba ningún peligro.

Justo cuando Ana se quedó embarazada, apareció por fin una nueva ley que permitía cambiar en el registro los nombres dañinos u ofensivos para su poseedor.
Muerte se vistió con su mejor traje, se despidió de su mujer y se dirigió en busca de su nuevo nombre. Mientras viajaba en metro hacia el departamento de inscripciones, se debatía entre sus nombres preferidos con los que había soñado toda la vida. Juan, Héctor,Andrés, Carlos, Luis, Ander....

La sala de espera del registro estaba llena hasta los topes de gente como él , poseedores desde su nacimiento de un apelativo maldito. Una funcionaria fue llamando de uno en uno a los presentes:
Allí estaba Dolores de Vientre, Zoila Vaca Del Corral, Benito Camelas, Septimia Septimo, Eva Fina Segura, Eufemiano Matraca Roca, Abundio Verdugo de Dios, Clara Boya Mar, Eufemisio Cutre Glande, Blanca Cabello Rubio, Jon Kenedy Gutierrez...
Aquellas personas desaparecían por la puerta con la cabeza gacha y, al rato, volvían a salir con la cara iluminada, llenos de paz y alegría. Habían dejado su ridícula personalidad y ahora podían enfrentarse al mundo con un nombre adecuado. Ahora formaban parte de la sociedad y se sentían ciudadanos normales. ¿Normales? La cabeza de Muerte le daba vueltas. ¿Iba a cambiar su nombre singular por un nombre vulgar, común y repetido? ¿Cuántos Juan había en el mundo? ¿Cuántos Luis? ¿Cuántos Ander? ¿Iba a convertirse en uno más?
"¿El señor Muerte Segura Campos?". Anunció la secretaria. Muerte se levantó y entró en el despacho. Una funcionaria le pidió el formulario y le preguntó qué nombre quería tener. Y él contestó con voz grave:Lo siento, me he equivocado. Yo me llamo Muerte. La secretaria estuvo a punto de poner un impedimento pero Muerte la fulminó con su mirada. Asustada se calló en seco, Muerte, se levantó y se marcho del edificio.

En la calle, por primera vez en su vida, se sintió orgulloso de su nombre: ¡Muerte! ¿Podía existir algo más poderoso? Estaba por encima de los demás y se rió de su nombres ridículos: Hector, José, Juan, Luís... todos parecidos, la mayoría repetidos.
De repente se paró en medio de la calle, levantó la mano y chasqueó los dedos. En ese instante todos los que se habían reído de él, los que le habían temido o señalado, murieron súbitamente. Por fin el mundo era reconfortante... Se acordó de su padre y entre dientes le perdonó. ¡Pobre diablo!
Llegó a su casa y abrazó, con todas sus fuerzas, a su mujer embarazada. Ella, que siempre había querido a su marido tal y como era, le pareció perfecto que no se cambiara el nombre e incluso celebró la idea de llamar a su hija Pandemia.