sábado, 8 de octubre de 2011

Melancolía en Omega 7


Hace un par de meses que me mudé a Omega-7; harto de la Tierra, un lugar lleno de locura y barbaridad, convertido en una atracción turística para guiris del espacio exterior. Omega -7 es una buena alternativa: un planeta tranquilo con rentas de vivienda muy bajas, dos soles 12 horas al día y, en los solsticios de verano 38 lunas. La putada es que no conozco a nadie y estoy más solo que un plasma monosódico.

En el frío interior de mi micro-apartamento intento olvidarme de todo. Ha sido un mes muy duro, trabajando de luna a luna, de luna a sol y de sol a luna para la megacorporación. Estoy harto de dirigir el departamento de suministros de sucedáneos de imitaciones falsas con esa pandilla de Zugs obesos y hermafroditas. ¡Si por lo menos la megacorporación no hubiera prohibido el personal femenino...! Ahora los malditos Zugs me miran con unos ojos muy extraños. De echo nunca recuerdo si los hermafroditas son los Zorgs o los Zugs. Siempre confundo esas dos razas. ¡Dios mio! Necesito descansar. Enciendo la holopantalla pero sólo emiten programas de excitación cerebral de grado 3. Entro en el baño dispuesto a tragarme mi último Zervotrón 25mg... La típica solución fácil. Pronto, todo mejorará. Pero justo cuando estoy a punto de engullirlo, me arrepiento y lo escupo en el sumidero del aseo. ¡No quiero más drogas! ¡Tengo que valerme por mi mismo! ¡Si por lo menos tuviera un androide sexual! Pero mi raquítico sueldo no me lo permite y, la verdad, paso de androides de de primera generación (First Generation Droids). Me cansé de sus "Oooohhhs" y sus "hágame lo que quiera señor...bzzzzz.... hágame todo lo que quiera señor....bzzzz". ¡Si tuviera una I-droid..! ¡Ah! ¡Eso sí es tecnología! ¡Qué diseño! ¿Y su chips de comportamiento fractal aleatorio! ¡Parecen personas! ¡Pero son carísimos! La resignación pesa tanto... ¡Maldita sea! ¡Habrá que joderse y quedarse en casa mirando programas infantiles en tres dimensiones. Las cosas son como son. Me vine aquí a sentar la cabeza, a recogerme, a llevar una vida equilibrada... ¿Pero qué coño estoy diciendo? Yo NO soy de los que chupan el caramelo y alargan su sabor. ¡NO! ¡Yo soy de los que caen en la tentación y lo muerden! ¡Así vivo la vida! ¿Y ahora que hago? ¿Morderme la lengua? Ipso facto, entro en el aseo y meto la mano en el sumidero, puedo tocar sus cuchillas de desintegración atómica, soy consciente del peligro, pero en un recoveco encuentro mi pastillita de Zervotrón 25mg. Sin querer me apoyo en el botón de activación y las cuchillas se ponen en marcha. Quito la mano a toda velocidad, pero es demasiado tarde, el corte es rápido y limpio. ¡He perdido un dedo! ¡Qué fastidio! Tendré que ir a que me implanten uno. ¡Costará una pasta! Suerte que el corte es a nivel atómico y la herida ya ha cicatrizado. Lanzo al aire la pastillita y me la trago con un glup. Ahora toca esperar sentado en una esquina a que me haga efecto. Sólo hay una cosa que tengo claro y es que, esta noche (de 26 lunas), no terminaré solo.

Camino animado por la calle. Inhalo un poco de relajante pulmonar (del que suministra el estado). El bullicio en el centro es suficiente para aplacar la euforia que desboca mi corazón. Mi objetivo es muy claro: Ojala sea una terrícola pero en el fondo me da igual una astuta Mercuriana, que una enorme Jupiteriana. Esta noche soy capaz de acostarme incluso con una Marciana, aunque su raza tenga 28 días seguidos el período, o con una insaciable hembra penta-sexual de Andromeda 6... me da igual, ¡Voy a por todas! Bueno..., a por todas, no. Tengo unos límites. Por supuesto NO me enrollaré con una Omeganiana. Eso NUNCA. Las mujeres de este planeta son como lagartos... son repugnantes.

Entro en un oscuro y ruidoso garito petado de gente. Miles de razas interplanetarias llenan el local. No hace falta tener siete ojos para darse cuenta de que no hay ni una sola terrícola. Me acerco a la barra y pido metalcohol light con ciclocafeína y un chupito de hidrovitamina de piña clonada. Es cierto que me prometí no tomar más hidrovitamina... pero el autoengaño es una de mis virtudes más depuradas y la piña clonada es mi debilidad... El efecto de la química en mi cuerpo no se hace esperar y me convierte en una esponja deseosa de absorver tacto. Camino por el local en busca de una oportunidad... Hay un par de Corvesianas de aspecto esférico ,que aprovechando sus catorce orificios nasales, van hasta el culo de metafarlopa; una Plutoniana me mira con ojos reproductivos (qué culpa tengo yo que estén en fase de extinción), cerca del tecno-billar hay dos Mercurianas hablando por los codos, y no es una metáfora, hablan por los codos, al lado de los servicios un par de Lunáticas intentan apagar con metalcohol la influencia de las 26 lunas de hoy, en la pista una bella Venusiana mueve su cuerpo como una diosa, pero las Venusianas sólo se acuestan con terrícolas en las psyco-películas pornográficas de serie B... Tomo otra piña clonada con doble de hidrovitamina. Una noche es una noche.

Al cabo de unas horas la euforia empieza a convertirse en desesperación, a lo lejos una Omeganiana me mira con sus ojos alargados. Puede que sea el metalcohol pero su cuerpo estirado se me antoja sexy, además, ahora que lo pienso, nunca he besado una lengua bífida. ¡Más vale mal acompañado que solo! Le invito a una copa de bio-gaseosa modificada con hidrovitamina (¡un clásico!). Creo que le gusto, sus ojos cambian de color intermitentemente, y su piel escamosa transpira una extraña mocosidad, supongo que es una buena señal. Hablamos y bebemos, bailamos y bebemos, bebemos y bebemos y finalmente ella me invita a Mdma sintético y pronto abandonamos el local en llamas para refugiarnos en su casa.

La Omeganiana se desnuda... su cuerpo es alargado, sin pechos; sus ojos de reptil no apartan la vista de mí; su lengua partida: ¡Shhhhhhhhhhh! Entra en mi boca y en mi garganta y poco a poco llega hasta el fondo de mi estómago, asqueado, me aparto un poco, pero ella me coge por la nuca y continua entre la nausea y el placer. Con movimientos rápidos me quita la ropa y me babea de arriba a abajo. Un poco para escapar de su acoso, le saco los pantalones y un fuerte olor a... a... bueno, un fuerte olor, inunda el aire de la habitación. Su sexo es azulado, una hendidura lubricada del tamaño de un ano. Introduzco mi pene con fuerza... erecto gracias a la hidrovitamina, al mdma sintético y a Dios que está en las alturas y quiere (vete a saber cual es su plan maestro y como encajo yo en él) que folle esta noche con una Omeganiana. De repente, a los pocos segundos, ella empieza a temblar, arquea su espalda, sus ojos se vuelven amarillo fluorescente y aprieta su vulva hasta que pienso que voy a perder mi miembro, pega un grito seco y se queda inmóvil... ¿Está muerta? Intento sacar mi pene de su interior pero no puedo. Hago un poco más de fuerza, pero es imposible. Ya está. Tenía que pasar. Me acuerdo de Dios y de su plan maestro y me imagino arrastrando una Omeganiana muerta hasta el hospital más cercano. ¿Quizás si me corro, mi pene se desinchará y podré escapar? Empiezo a fornicarla. ¡Dios! ¿Cual es tu plan? ¿Sexo con cadáveres? De pronto la Omegasiana vuelve en sí y empieza a moverse, ligeramente, su sexo se destensa y se abre dejando escapar mi pene atemorizado, la extraterrestre me mira con dulzura, yo diría que con amor y me dice con voz dulce y profunda: "Mejor será que te vayas. En cualquier momento entraré en fase hormonal extrema y te arrancaré la cabeza de un mordisco y me comeré tus testículos. Las de mi especie somos así cuando alguien nos gusta mucho. Y tú me gustas mucho".

En la calle la lluvia parece más ácida de lo normal. Los bares están cerrados pero un tipo me pasa Nexus-hidrato refrigerado en polvo, tres cigarrillos Marlboro Lights y un dosificador. Insuflo tres rayas y me fumo un cigarrillo tras otro en la oscuridad de un baño público. Finalmente tomo una decisión.

Llego a el club de alquiler. Un lugar frío y cochambroso donde un en un cartel reza "Droides de Servicio Completo. Todos los precios. Seguridad Garantizada. Máxima Higiene." Un tipo de aspecto repugnante me recibe: pesa unos 150 kilos pero lleva implantada la cara de Sharon Stonexxx. Las tarifas son definitivas: una hora en una habitación con un robot de primera generación (First Generation Droid) clase A con varios niveles emocionales me cuesta 100 megacoins, un I-Droid de última generación (Last generation Droid) con pensamiento lateral, con programas de novia, madre y puta, cuesta 10.000 megacoins. Exactamente lo que cobro por pasarme un año rodeado de Zorgs hermafroditas. ¡Diablos! Me conformo con un robot de primera generación. ¡Qué remedio! El tipo repugnante coge mis créditos y me acompaña hasta la puerta, dentro me espera mi androide, vestida con lencería negra y una bonita una sonrisa. Es una modificación de un modelo inspirado en la famosa actriz porno Megana Foxxx. Se acerca a mi y me susurra: "¡Hola guapo! ¿Qué nivel emocional quieres?" Le pido que se desnude. Los robots de primera generación tienen la piel sintética, su tacto es plasticoso... su sistema de hidratación no es del todo perfecto... pero voy tan drogado que eso da igual. Se acerca a mí y empieza a besarme. No me gusta besarme con robots así que le pido que pare y le ordeno que baile para mí. Mientras se mueve con una perfección informática me imagino la triste estampa. Un tipo incapaz de conseguir a alguien para pasar la noche, fornicando con un robot. Me levanto furioso y le digo: "Nivel sexual diez". Ella se para , su disco duro está procesando... se arrodilla y me baja los pantalones, coge mi miembro y empieza a chuparlo con fuerza. Una mamada de un cyborg es una mamada de un cyborg. Algoritmos de aleatoridad, equaciones de repetición crecientes, disposiciones fractales de numeros primos, polinomios racionales, X0+raiz cuadrada de la hipotenusa de (Y+1) al cuadradooo, más uno, más uno, más... Con la mano le pido al robot que pare antes de que sea demasiado tarde. Sus microcámaras oculares me enfocan extrañadas y con una sonrisa me dice: "Ohhhhs! Hágame lo que quiera señor...bzzzz...", "Hágame todo lo que quiera señor... bzzzzzzzz...".

Llego a casa. Las drogas están acabando conmigo. Mi metabolismo no acepta la hidrovitamina y la elimina por cualquier agujero de mi cuerpo. Vomito entre otras cosas y me escondo en un rincón de mi casa no sea que el detector de salubridad detecte mi bajo coeficiente y envíen una patrulla sanitaria. Lloro. Aunque no se si de risa o de pena. Puede que de miedo. Acurrucado me pregunto porque me maltrato así, ¿Por qué no pasare mi tiempo de ocio pintando acuarelas de los lagos de Plutón? Me pregunto: ¿Por qué me he pasado la noche haciendo todo aquello que NO quería hacer? Y me respondo que POR ESO ESTOY TAN SOLO, PORQUE NI SIQUIERA PUEDO CONTAR CONMIGO MISMO.

Cuando se me pasa el temblequeo y la autocompasión consigo ingerir un Flatorix 100, ahhhh...., mi estómago es invadido por miles de nanorobots que se encargan de poner a punto mi estómago. ¡El futuro tenía que tener algo bueno! Algo recuperado, salgo al balcón. Observo el cielo. Un auténtico espectáculo de egolatría divina. Veinte y siete lunas, miles de estrellas y un puntito luminoso reconocible: la tierra. La señalo con mi dedo pero no tengo dedo. Uso la otra mano. Allí está. La viejuna tierra. Quién me hubiera dicho a mí que la echaría tanto de menos! Mi querido y añorado planeta azul oscuro tirando a negruzco! Su ridícula y solitaria Luna, su irrespirable atmósfera, sus mares tóxicos y sus bellas, normales y terrícolas mujeres. Suspiro.