domingo, 15 de marzo de 2009

creepy love (minirelato V)


Todo empezó de golpe, sin avisar, justo después de que ella se fuera. Las primeras noticias que emitió la televisión eran tan alarmistas que uno pensaba que formaban parte de alguna película o de algún estúpido show televisivo.
Los zombies habían tomado la ciudad. Las calles estaban llenas de monstruos semi-vivos que se lanzaban encima de cualquier inocente en busca de su comida favorita: carne humana.
Hace dos meses y tres días que permanezco encerrado en mi casa sin ningún contacto con ningún ser humano. Los teléfonos no funcionan, la luz tampoco (eso incluye televisión, estufas, nevera....). Cuando los muertos empezaron a salir de sus tumbas atranqué las puertas y ventanas con la madera de unas estanterías para que los malditos zombies caníbales no pudieran entrar. Cada noche los cadáveres vivientes se dejan las uñas, olisquen las rendijas muertos de hambre, golpean con sus cabezas las paredes, las ventanas e intentan introducirse en mi casa y acabar conmigo.
Durante casi todo el tiempo me escondo debajo de la cama, aferrado a un cuchillo de cortar carne (mi única arma) mientras anhelo el mundo tal y como era antes: Llamadas al móvil, desayunos con prisa, trabajo hasta las tantas, transporte público abarrotado, cena y vino en alguna tasca... y la vida cotidiana con mi novia. Mi novia... ¿Cuántas veces mi vida me había parecido algo inútil…? ¿Cuántas veces había despreciado lo que tenía? ¿Y ahora….?

Aún puedo recordar la discusión, cuando la eché de casa. Fue una discusión absurda. Nos gritamos como locos. Su presencia me asfixiaba, necesitaba pensar. No la escuché y le dije que no quería verla nunca más. La vi alejarse como una muñeca rota por el espiral de las escaleras. Cerré la puerta y me alegré de encontrarme solo. Encendí la televisión y…. empezó todo. ¡Con qué estúpida lección macabra me castiga la vida! ¿Qué habrá sido de mi amor? Me comporté como un idiota y ahora mi destino consiste en pagarlo con mi soledad, mi culpabilidad y el miedo a ser devorado por los muertos.

Hace tres días que la comida se ha terminado. Por eso tomo la difícil decisión de salir al exterior a buscar provisiones y, por qué no decirlo, encontrar a mi chica.
Saco las maderas que obstaculizan la entrada y bajo a la calle. Está desierta. Nadie acecha. No se si localizar una tienda de comida o quizás dirigirme directamente a casa de ella. De repente una horda de zombies hambrientos empieza a perseguirme. Vuelvo a casa y me encierro dentro. Pero algunos muertos ya se han colado en mi edificio y me atacan sin piedad. Aunque propino algunos cuchillazos, enseguida me doy cuenta que es imposible matar a un muerto. El terror me paraliza y los zombies empiezan a devorarme como si les fuera la vida en ello. Me arrancan la piel a tiras y muerden mis venas para chupar mi sangre. Antes de cerrar los ojos y dejarme llevar por la oscuridad. Reconozco entre aquellas bestias la cara de mi amor. La chica que había despechado, se ha convertido en un zombie y ahora arranca a mordiscos mi cuerpo. Me abrazo a ella con todas mis fuerzas. Ella hunde sus mandíbulas en mi garganta. Es genial. Ahora lo comprendo. Estoy muerto desde que se fué y ahora ella es la única que puede devolverme a la vida. Volvemos a estar juntos. Y ahora es para siempre.

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