domingo, 5 de junio de 2011

Insaciable


Empujamos nuestros cuerpos con toda la fuerza de la que somos capaces. Yo grito para no correrme y le tiro del pelo para que ella tampoco lo haga. Mi organismo tiembla por el esfuerzo, y las sabanas se pegan con los miles de litros de nuestro sudor. Ella me clava los ojos y sin palabras me pide más. Mucho más. Acelero el ritmo con mis caderas y me impulso con todas mis fuerzas en su interior. Los músculos me queman, y mi pene (algo dolorido) se encuentra tan dentro suyo que temo romperle las paredes de sus adentros. Ella se excita como un hervor y yo continuo empujando freneticamente con tanta fuerza que pienso que voy a desmayarme. Estoy agotado, llevábamos tres cuartos de hora de sexo salvaje... Tengo que parar. Salgo de su cuerpo (¡plop!) y me echo a un lado con mi polla erguida. Ella, sin pensarlo, se lanza, boca abierta a chuparmela sin compasión y yo noto como mi corazón está a punto de explotar. Sino descanso, voy a morir. La freno:
- Un momento
- ¿Qué ocurre?
- Nada mi amor, tengo que ir un momento al baño.
- Pero, ¿volverás?
- Claro. Prepárate porque esto no ha echo más que empezar.
- ¿Guapísimo?
- Sí?
- ¿Traerás un poco de agua?
- Claro, corazón traeré agua y amor en grandes dosis.
Ella sonríe maliciosa. Pude ver en su cara la bestialidad de sus antepasados en la época de Neardenthal, y eso me asusta mucho. Salgo de la habitación y me voy a la cocina. Casi no pudo caminar, apenas me queda resuello.

En la cocina, está mi otro yo. Una obra perfecta de la genética moderna. Me saluda mientras apura un zumo de piña con red bull. Vamos vestidos iguales (unos viejos calzoncillos) con el pelo cortado igual, con la barba a medio afeitar igual. Él tiene un aspecto fresco y vigoroso y yo tengo el aspecto de un corredor de marathon deshidratado.
- ¿Qué tal lo llevas?
- Tendrás que darle caña.
- Haré lo que pueda.
- Animo.
Mi otro yo me abraza y luego se marcha hacía la habitación.
- ¡Ey! ¡Un momento!
- ¿Qué ocurre?
- Llevále un vaso de agua.
- Okey. Alguna cosa más.
- Que la suerte te acompañe.
Mi otro yo se va con el vaso y entra en mi habitación. Les oigo hablar un ratito y luego empiezan a follar como locos. Fue una muy buena idea comprarme (secretamente) un clon para satisfacerla. De otra manera hubiera sido imposible. Imposible.
Me preparo un zumo de piña con red bull, y me como un par de huevos duros.

Al cabo de media hora mi clon aparece en la cocina, su estado es lamentable, desnudo, empapado en sudor, lleva el pelo despeinado y creo que le tiembla la ceja. Me abraza y yo le pregunto:
- ¿Qué tal lo llevas?
- Estoy sin aliento, tendrás que darle caña...
- Dios, haré lo que pueda.
- Llévale una cerveza.
- Okey.
- ¡Ah! Le he dicho que cuando volviera practicariamos sexo anal.
- ¡Joder tío!
- Lo siento... se me ha escapado.
- Bueno, haremos lo que podamos.
Me despido de mi clon con un abrazo. Me saco los calzoncillos y entro en la habitación. Ella me mira con el deseo al máximo. Me lanzo en sus brazos, como un cristiano a un león. Ella me susurra:
- Eres mi mejor amante.
Yo la beso y la muerdo mientras pienso en adquirir otro clon. Con dos no es suficiente, eso está claro.

4 comentarios:

meri dijo...

ay no, qué agobio tanto rato!

meri dijo...

(no, pero gran escrito)

a dijo...

quan tinguis el tercer, avisa'm!

Anónimo dijo...

Viva el multiorgasmo!
Y que vivan los clones!