sábado, 14 de febrero de 2009

Especial San Valentín

http://www.mis-bombillas.com/Mis-Bombi-Web/Foto-des/Chi-Neon-Parp-220.gif

Ha llegado el momento de pedirle a Dios un deseo. Salgo de casa y me voy a la catedral de Barcelona. Yo no creo en Dios pero todo el mundo sabe que si pones una vela en una catedral y pides un deseo, el deseo se cumple. Sea lo que sea. Y aunque no crea en América me hincho a tomar Coca-Cola, y aunque no crea en el capitalismo me encanta gastar en el Fnac, y aunque no crea en Dios, le pido deseos...
El interior del templo está abarrotado. La gente hace fotos fascinada por cualquier rincón gótico. Hay turistas por todos lados. Pero... no hay velas. ¡Argh! han sustituido las velas por bombillitas en forma de vela. Eso no se hace. Un deseo tiene que arder en una vela. ¿Quién habrá tenido una idea tan feliz? Pedir un deseo con una bombilla es como envolver un regalo en papel de plata para bocadillos, o celebrar el fin de año con 12 puñaladas....
Aunque bien pensado que más da que arda un cordelito o un filamento eléctrico. Lo importante es (como diría algún libro de autoayuda barato) que uno lo pida de todo corazón.
Ahora tengo que decidirme. ¿A quién le pido el deseo? Hay unas cincuenta imágenes de santos, vírgenes y cristos en la catedral y delante de cada una hay una máquina con bombillitas para pedir deseos. La oferta es abrumadora. Puedo pedir deseos hasta que me harte. Pero yo solo quiero pedir uno...todo el mundo sabe que los deseos cumplidos son los que te hacen llorar. Y eso lo decía Santa Teresa de Jesús que de estas cosas sabía un montón.
Dudo entre la virgen de Montserrat que me cae bien porque es africana o Santa Rita la patrona de los imposibles. Pero finalmente me decanto por una imagen de Jesús. Supongo que todo será más fácil si se lo pido al hijo del tío que lo controla todo, ¿no?
Allí está: el Cristo de Lepanto. Un cristo cojonudo. La leyenda cuenta que esquivó una bala de un turco infiel y malote, en la guerra de Lepanto. La esquivó siendo una estatua. No está mal. Por eso el Cristo está con la cintura torcida. Es un milagro y yo necesito un milagro. Me acerco a las bombillitas e introduzco la moneda de 20 céntimos. Se encienden cinco bombillitas. ¡Cinco! ¡Qué bien! ¡Están de oferta!
Ahora es el momento de pedir el deseo. Miro cara a cara a Jesús. Jesús me mira. Una gotita de sangre cae por su mejilla, una gotita de sudor cae por la mía y le digo en pensamientos: - ¡Ey! Por favor. Deseo que ella no me odie. -
Salgo del templo decepcionado. Miro hacia atrás y veo la catedral en obras con un enorme cartel de Telefónica que me impide ver la fachada. Me paro a pensar. ¿Cuándo empezaron a cambiar las cosas? ¿En qué momento todo empezó a ir mal? ¿Será como dice James Holden, que los idiotas están ganando? Y pienso en mi deseo. Pienso en el tipo de burocracia que rige el mundo e impide que haya velas en una iglesia. Y pienso en el odio inflexible. En el desamor y en las plegarias desatendidas. Me imagino a Dios escuchando los lamentos de millones de mortales; en su despacho con vistas a la tierra, con los pies sobre la mesa. Mientras murmura: "la culpa es vuestra, jodidos humanos...". Y lo peor es que tiene razón. Luego pienso en ella y en la dureza del desamor. En el peso de la ausencia. Y en los tiempos felices. Y lloro en mitad de la calle como un condenado. Un avión cruza la barrera del sonido. Los satélites emiten millones de canales. El mundo se va a la puta mierda. Y encima, es San Valentín. Tiene cojones...

1 comentario:

Anónimo dijo...

este me gusta más...pero es más triste...