miércoles, 4 de febrero de 2009

La extraña visita

Mi casa. Son las ocho menos diez. Un día lluvioso enmarca la escena. Llaman a la puerta. Abro. Un extraño personaje con un mono azul marino me mira cargado con una maleta. Yo pienso: ¿O va disfrazado o se ha escapado de casa? Él sabe exactamente quien es y lo que tiene que hacer: - Inspección del gas. -
¿A las ocho de la tarde? Digo en voz audible. Se ofende. Hemos empezado mal. Mi duda es una exhibición de irresponsabilidad y mala gestión a parte de una demostración fehaciente de que lo importante para este señor no lo es para mí. - El cartel en la portería lo pone bien claro, la revisión se efectuará de 4 a 8 de la tarde - ¿Qué cartel? ¿Qué portería? La burocracia técnico profesional entra con orgullo en mi casa y como si hubiera inventado las puertas, se introduce en mi cocina como un gol entre las piernas. Es un topo sabueso, canoso, linfático y nervioso. Es decir: un profesional. Aquí no hay tiempo que perder. - Ya querría yo haber "plegado" antes - rechina quisquilloso - pero trabajo hasta las ocho. ¿Dónde está el calentador? - dice mientras se encuentra de cara con el calentador. - Vamos a revisar, según las normas de la compañía que su instalación no sea peligrosa. El gas es peligroso. Calienta tu agua, limpia tu ropa... pero es peligroso. -
El hombre-ratita cierra la puerta de la cocina y nos quedamos dentro.
Sin ningún pudor mi nuevo amigo lampista desmonta el calentador en tres movimientos y deja al aire el esqueleto interno de la máquina. Por primera vez en mi vida siento pena por mi calentador. El hombre-topo abre al máximo el grifo de agua caliente. El calentador se pone en marcha con un estrepitoso fogueo: Siete hileras infernales arden enloquecidas a máxima presión. El agua rompe contra un montón de platos sucios y salpica toda la cocina. Tengo que apartarme para no quemarme. Luego, como si fuera la cosa más normal del mundo, mi amigo-técnico-inesperado enciende a máxima potencia el extractor de humos que hay encima de los fogones de mi cocina.
Mi cara de susto le obliga a darme una explicación: - Tengo que comprobar que el extractor de la cocina no le quite fuerza al calentador del agua y por lo tanto el calentador no tenga fuerza para eliminar los gases quemados. Y los gases quemados son otros gases peligrosos y encima inútiles que hay que eliminar por completo. Todo esto según la nueva normativa, claro. –
Asustado, veo como el vapor del agua llena la cocina como si fuera una sauna. El extractor ha llegado a su máximo rendimiento y el calentador es un ejército en llamas. La cocina se convierte en la sala de máquinas de un transatlántico. El hombre vigila un extraño aparato que nos dará la respuesta. Son las ocho y dos minuto. ¿Es esto legal? ¡En la portería hay un cartel que dice hasta las 20 horas! Empiezo a pensar que he caído en las trampa de un lampista psicópata que después de haber matado a doscientas amas de casa se suicidara en mi pequeña cocina… Cuando el vapor impide apenas vernos el "lampista en la niebla" dice: - ¡Correcto! – Menos mal... Ya decía yo que mi calentador era el mejor. El hombrecillo me corrige: – Lo que yo decía es correcto. El calentador está mal. – Mierda este tipo es un cínico. Disfruta encontrando errores absurdos en calentadores ajenos. Para él, lo correcto es que esté mal. ¡Dios! ¿Cobrará comisión por los calentadores “correctos” o es vocación? - Antes estaba bien pero ahora con la nueva normativa está mal. Muy mal. - ¿Muy mal? - Orgulloso me enseña una medición en el aparato y me explica otra vez lo mismo: - La extracción de humos hace que el calentador no extraiga los gases quemados. Tiene que llamar a el fabricante del calentador - ¿Qué fabricante? - y ellos le mandarán un técnico que le instalará un pequeño extractor que eliminará los gases quemados incluso cuando el extractor de humo este en marcha simultáneamente. Tiene usted cinco meses. Pero tenga en cuenta que está usted viviendo fuera de la norma establecida.-
Rápido son las ocho y doce minutos. Un papel rosa, uno verde. Este para el fabricante, este para ti. Y otro papel a rellenar por el técnico del fabricante cuando todo este arreglado y que luego tiene que enviar a la compañía del gas. Antes no existía esta norma pero con la nueva normativa hay que acatar la nueva normativa. - ¿Pero esto me va a costar una fortuna?-
La pregunta rompe el molde y por primera vez el pequeño hombre del mono me mira a los ojos, directamente, sin pestañear: – Todo cuesta dinero, muchacho. Todo cuesta dinero.- Luego se ríe como un muñeco de feria... Creo que ha tenido un orgasmo.
Gracias. No más bien muchas gracias. Adiós, muy buenas tardes. Buenas noches. El pequeño pitufo-lampista se escurre de prisa de prisa. No hay tiempo es muy tarde. Abre la puerta por el lado equivocado y yo le hecho de casa por el correcto. ¡Bum! portazo. Desasosiego. Oigo al gremlin subir las escaleras y llamar al vecino de arriba. Son las ocho y veinte. Misma función. Uno tras uno. Casa tras casa.
Para no llorar pienso en las playas de Brasil, en prados verdes, caballos que corren desbocados, el sol y las montañas nevadas en un día de verano, pero sigo angustiado, así que pienso en tus tetas, tu culo respingón y en tu triángulo rasurado. Pienso en tu cara de éxtasis cuando te la meto por detrás, en la ducha, rodeados del vapor y agua caliente....Y ahora sí.
De un gesto tiro todos los papeles a la basura, miro con complicidad al extractor y al calentador que respiran aliviados y digo en voz alta: ¡Correcto! Los tres nos reímos durante más de media hora.

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