jueves, 24 de septiembre de 2009

La cucharilla. (Microrelato Romántico 3)



Tras cinco años de relación Carlos y Ana se separan. Ella quiere cambiarle y él no la escucha. Después de millones de discusiones, reproches y numeritos, un día se dan cuenta que no quieren estar más tiempo juntos. Él se va a vivir a un apartamento y ella se queda con la casa.

Para Carlos lo peor son las noches. Está acostumbrado, incluso después de alguna tremenda discusión, a dormir pegado a ella, abrazarse a su espalda como una lapa, encajarse contra su mullido trasero y trenzar sus piernas con las de su mujer, quedando tan juntos como dos cucharillas de café guardadas una dentro de la otra. Asi, protegidos, a salvo del abismo, dormir cómo dos náufragos cogidos a una boya en un mar tormentoso...

Pero ahora está solo. Tiene miedo. El nuevo apartamento hace ruidos extraños, la noche se presenta negra, solitaria, llena de peligros y pesadillas y anhela con todas sus fuerzas la salvación del calor humano.
Está tentado de llamar a su mujer. Suplicarle simplemente que duerman juntos. Sin sexo, sin conversaciones, sin nada de nada... sólo un abrazo en cucharilla.

Por la mañana, Carlos, deambula por la lluviosa ciudad. Perdido, entra en unos grandes almacenes dónde uno siempre puede encontrar el consuelo de cualquier mal. Carlos pasea por la sección de regalos. Algo le llama la atención. Se anuncia con un expositor de colores: "Cucharilla Pilow". ¡No puede ser! Una almohada en forma de mujer o de hombre que sirve para dormir como si estuvieras pegado a la espalda de alguien. ¡Qué horror! ¿Quién es el desgraciado que se compraría semejante barbaridad?
- Hola, ¿Le puedo ayudar? - Le dice un empleado de sonrisa perpetua y corbata almidonada. - No, sólo estaba mirando....- Contesta Carlos avergonzado de hablar con alguien al lado de un producto tan humillante. El vendedor insiste:- Fíjese, directamente del Japón, una maravilla. Tiene el tacto de una mujer, es moldeable y sale tirada de precio. - Carlos le interrumpe: - Perdone pero no estoy interesado en... en.... esta salvajada...- El dependiente no se da por vencido:- No se confunda. No es una muñeca hinchable. No es un juguete erótico. Es simplemente el compañero ideal de las noches solitarias. Se puede plegar y se puede llevar de viaje e incluso se puede compartir. Sí, por fin el que da la espalda también tiene una espalda dónde agarrarse. -
Carlos se marcha indignado - ¡Por favor! -

Fuera en la calle sigue lloviendo; para Carlos es sólo una representación mental de su estado de ánimo, por eso no lleva paraguas. Cuando llega a casa está empapado de tristeza. Carlos se mete en la cama en posición fetal y se agarra con fuerza contra su almohada. Llora. ¡La echa tanto de menos! Decide llamarla, contarle todo lo que siente. Al sexto tono ella le contesta: - ¿Diga?- su voz le recuerda la cruda realidad, todo lo que les ha separado: Los gritos, los reproches, el mal humor, las discusiones.... Carlos, sin decir nada cuelga. En la ducha el agua congelada despeja su cabeza. Esta claro. En realidad no la echa de menos... lo único que echa de menos es dormir en cucharilla. Son las tres de la madrugada...
A las nueve de la mañana el día no ha levantado sus colores por culpa de la tormenta. Carlos , sin haber dormido, llega al centro comercial y compra la almohada en forma de chica. El dependiente le sonríe engreído pero Carlos se traga su orgullo. Cuando se marcha oye como el comerciante le grita: -¡Se acabó aguantar a alguien que no te gusta para no dormir solo! - Carlos se gira indignado y el dependiente le sonríe diabólicamente.
Por la calle la gente le mira entrometida mientras Carlos se apura en tapar las fotografías que delatan el contenido inconfesable de la caja, una enorme caja que contiene el consuelo, y la salvación....
Una vez en casa, Carlos se desviste, prepara la cama, baja las persianas, saca la almohada de su envoltorio y sin mirarla (para no romper el hechizo) se acuesta con ella.
El producto es de calidad. La almohada tiene un tacto suave, cálido como de piel humana, sus articulaciones son casi reales. Carlos se enreda por detrás y se aprieta con fuerza. En el exterior la lluvia cesa, un rayo de sol se filtra entre las nubes y se cuela por las rendijas de la persiana pero Carlos ya duerme plácidamente cómo si acabara de nacer.

A varias manzanas de allí, la misma luz despierta a Ana , la ex-mujer de Carlos, que se levanta y guarda en el armario una versión masculina de la almohada humana con la que ahora puede dormir tranquila y sola.


Para Sarita, para celebrar que todo ha salido bien.

6 comentarios:

Jo Grass dijo...

Aunque nos fastidie reconocerlo somos animales de costumbres. Me gusta tu versión de la historia, la de aquellos que llevamos una buena mochila a nuestras espaldas y seguro que hemos vivido algún día. Cuando todo se termina, cuando la relación hace aguas y uno regresa a la soledad del lecho vacío, lo que echa de menos es "la compañía". Te aferras por un instante a aquello que te producía placer en tu descanso, hasta que te das cuenta que, llegado ese punto, descanso es lo que querías.

Niña caos dijo...

Estos japoneses nos llevan años de ventaja...

http://fraann.wordpress.com/2007/03/29/almohadas-y-sabanas-curiosas/

Según otro artículo, para Suzuki, separada de su esposo, la almohada "brazo de novio" tiene varias ventajas: no se retuerce ni da golpes durante la noche, y siempre estará allí la mañana siguiente.

"Me abraza toda la noche", dijo en su casa a las afueras de Tokio. "Creo que es fabuloso porque no me traiciona".

Sarita dijo...

Cuestión de fe, querido Henry... Siempre hay un final feliz para cualquier historia, sólo tienes que perseguirlo con determinación. Cuándo lo celebramos???

Jo Grass dijo...

Querido Henry,

Tienes un premio en mi cocina. Puedes pasar a recogerlo cuando gustes.

MEME SONG SUMMER 2009
And the MEME goes to "El amor supermemoooooo"

S.I. dijo...

"vuelve empapado de tristeza"

oh.
es por momentos así, de cursi-literarios, por los que me gusta leer(te).

hacer cucharilla tiene algo de uterino y no hay almohada japonesa que sustituya eso. aunque gracias a dios, el hombre, animal de costumbres, vuelve a adaptarse rapidamente al 1,35 de amplitud de lecho.

GonzoTBA dijo...

¿Ahora hay que pulsar play para escuchar la música?

Y sí. Léelo como una metáfoca. Porque todo lo es.

Un abrazo.

Hay alguien que te quiere. Me alegro de que hayas movido al menos una pequeña pieza dentro de ti.

Wait for the ripples...