martes, 9 de febrero de 2010

La nada.

Muchas personas escriben en mi blog preguntándome lo mismo: ¿Qué hay después de la muerte? Y la respuesta es muy fácil, después de la muerte no hay nada.
En la nada no hay nada, es decir, no hay altibajos, ni cosas buenas ni malas, ni principio ni fin, ni bien ni mal, ni colores, ni sabores, ni nada de nada. Uno está allí, sólo. La nada es un sitio neutro y sin sobresaltos, de una tranquilidad hiperbólica. En la nada se descansa muy bien. De echo, es el sitio más apacible y relajado del universo...
Pero, no es del todo cierto, que en la inexistencia haya cero cosas. En realidad, hay una cosa: un botón. El botón sirve para volver a nacer. Si pulsas el botón: ¡Zas! Empiezas de nuevo, con otra vida, en este mundo. (Eso sí, sin ser consciente de tu vida anterior).
El problema es que la vida que te toca es una cuestión azarosa e impredecible. (Bueno, hay una formula matemática para poder calcular el algoritmo pero nadie la conoce). Así que una vez pulsado el botón, puede tocarte una vida difícil y complicada, o nacer rodeado de facilidades y alegrías . Nunca se sabe. Uno puede nacer con dos cabezas al borde la muerte o reencarnarse en un querubín de ojos azules y salud de hierro. Uno puede nacer en una chabola, en el sitio más pobre del planeta, o en un hospital de lujo en el centro de Beverly Hills...
Tocar el botón tiene su riesgo. Ese es el trato. Al principio, cuando uno llega a la nada le parece que jamás volverá a tocar el botón. ¿Para qué arriesgarse? La nada es genial. Pero a medida que pasa el no-tiempo (una eternidad) uno echa de menos las cosas. Primero, las cosas buenas y cursis: Sacar la cabeza por la ventanilla de un coche en marcha, el sabor del café, el tacto de un cuerpo excitado, las palabras cariñosas, etc... Pero cuando uno ya lleva millones de unidades de no tiempo, empieza a echar de menos cualquier cosa: un estornudo, el miedo antes de un examen, la cola en una discoteca, la risa tonta, un pedo bajo las sábanas.... Y finalmente cuando uno ya está totalmente desesperado de no sentir ni vivir nada, llega a pensar que hasta en lo malo hay algo bueno. Y entonces, con un pequeño esfuerzo mental vuelve a tocar el maldito botón.

3 comentarios:

Jo Grass dijo...

Supongo que yo me pasaría tocando el botón de marras una y otra vez para empezar de nuevo y vivir muchas vidas: malas , buenas y mediocres pero, sin perder la emoción de seguir viviendo.

besos

Henry Write dijo...

En realidad Jo Grass, las cosas buenas y malas de la vida son indivisibles, como los packs de yogures. O los compras todos o nada.
Besos.

Anónimo dijo...

qué cabrón
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