lunes, 15 de febrero de 2010

Romanticismo a 321 km/h

Desde la ventanilla de un tren de alta velocidad, un paisaje nevado, oscuro y teatral no parece avanzar a 321 kilómetro por hora. Más bien, Guadalajara, cubierta de nieve, se me antoja lenta y de una serenidad crepuscular. Fantasmales paisajes cubiertos de blanco, atravesados por una serpiente de hierro. Vuelvo a casa, cómodamente apoyado en el panorama, mientras al mismo tiempo, veo crecer el camino y acorto la distancia. ¡Ay! No fueron los ingenieros quienes inventaron el tren, sino los poetas; la propia poesía y sus paisajes... Realmente, si suspiro otra vez, puede que tenga que aspirar de una bombona de oxigeno para compensar.

Como siempre que viajo, imagino el terrible accidente: Un golpe largo y seco. Mi cuerpo despedido por los aires, enrollado entre el acero, la sangre y el tormento, despedazado en menos de lo que dura mi grito. Hierros, fuego y trozos de personas esparcidas en la nieve. Muerte y desolación.
Los periódicos lucen, venden y subrallan el dolor de la noticia: Primer accidente de AVE en España. Luto nacional. Tragedia peninsular. Drama ferroviario. ¡Muerte en la nieve!
España entera; el mundo entero, llora por nuestras vidas. Pero, ¿Por qué lloran? ¿Por qué están tan tristes? ¿No lo ven? Señoras y señores, Ladies and Gentleman.... Hemos muerto volando, atravesando el mundo a 321 kilómetros por hora, como Airton Senna, en pleno viaje, en plena furia, en plena vida. ¿No lo ven? ¡Somos afortunados! Hemos renunciado a la cama, a los tubos de hospital, al asilo....No somos mártires, somos héroes envueltos en las cenizas de nuestro propio motor. Cómo tantos otros grandes, hemos sacrificado la vida para estar con los nuestros, en nuestra casa, lejos del exilio, a 321 kilómetros por hora. Por favor, hagan silencio, miren al cielo, diparen las salvas de honor y acéptenlo: ¡somos dioses!

El tren se para en la estación de Sants. Hemos llegado y una voz post orgásmica anuncia el final de trayecto. La gente sale poco a poco y abandonamos el tren intactos. Salgo a la calle. Llueve (la nieve no cuaja en Barcelona). El aire es húmedo y frió pero sonrió. Es mi manera de disimular que, aunque esta era una noche perfecta para morir, me alegro de volver.

2 comentarios:

Jo Grass dijo...

Qué mentes tan retorcidas tenemos aquellos que nos gusta recrearnos con la imaginación, pero...¿y lo bien que nos lo pasamos cambiando los finales según sopla el viento y la emoción?

Noviembre dijo...

ay, qué miedo! yo a veces casi prefiero no imaginar...!