miércoles, 26 de noviembre de 2008

la gallina valiente

Amy vivía en una granja industrial de fabricación de huevos con otras miles de gallinas.
Amy no le encontraba sentido a su vida y tenía la sensación de que las noches duraban muy poco y que las mañanas se hacían largas e inacabables. Se sentía agotada y empezaba a costarle producir un huevo diario. Las otras gallinas le miraban extrañadas, llenas de vitalidad y energía...
La gallina psiquiatra le dijo que estaba deprimida y eso le provocaba angustia o que estaba angustiada y eso le provocaba depresión. Le recetó que le picotearan la cabeza todos los días pero la cosa no mejoró. Amy empezó un cuadro obsesivo-paranoico: contaba extrañas historias sobre un ente que controlaba el tiempo y la intensidad de los días, se cuestionaba cosas absurdas como la aparición de la comida o el destino de los huevos que ponía. La gallina psiquiatra aumentó el tratamiento con el triple de picaduras pero Amy no hacía más que empeorar y empeorar. Se pasaba el día en un rincón asustada con la cabeza bajo el ala sin ganas de hacer nada, desnutrida y desanimada, esperando que la muerte acabara con ella.

Fue su amiga Joey quien la salvó. Se acercó a ella de noche y le dijo-"Amy, tú no tienes ningún problema. Eres joven, apuesta y singular. Tus plumas son bonitas, tus huevos son preciosos y tu vida maravillosa. Tu inseguridad y tu cabeza te traicionan. Es normal que sientas miedo pero tienes que levantarte y mirar la vida con alegría y con firmeza. Me tienes a mí y a las otras gallinas. Te queremos pero no podemos hacer nada si no te quieres a ti. Deja de inventarte historias para llamar la atención y refugiarte en ti misma y encara la vida con amor y valentía."- Aquellas palabras hicieron reaccionar a Amy. ¡Sí!, su amiga tenia razón, no podía seguir haciéndose daño. Tenía que sacarse todas aquellas tonterías de la cabeza, estaba viendo el mundo de una manera deformada, no podía seguir engañándose. Se arrastró hacia un montón de comida y empezó a comer con la intención de convertirse en una gallina feliz que afrontara el mundo con vitalidad y coraje. Instantáneamente, en unos 3 segundos se hizo de día, la luz brillaba con una intensidad inusual, unos 44 lux, y la comida, 8 partes de pienso modificado proteinicamente, sabía mejor que nunca. Amy se sintió libre, feliz y valiente. Tanto, que le pasó por la cabeza una eufórica idea: poner dos huevos diarios.

1 comentario:

Anónimo dijo...

yo le hubiera dicho: Solo del mayor de los desconsuelos aparecerá un consuelo. Ves hasta el fondo y pasa de Amy que seguro que se ha leido el SECRETO y hace años voó a Bush.

laura jou