jueves, 29 de enero de 2009

Luz y tinieblas

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Un monstruo de siete cabezas camina a mi lado. Y no, no es una metáfora. Puede que nadie lo vea pero existe. Un monstruo de ojos encendidos y piel de culebra que va dónde yo voy. Nuestra relación es siamesa. Duerme conmigo, come conmigo, trabaja conmigo y no me deja ni para ir al baño. Tácitamente sabemos que el uno no existe sin el otro pues compartimos todos los órganos de nuestro cuerpo así como el centro de nuestro intelecto.

Muchas veces me domina y sus huesudas manos me agarran de la nuca para obligarme a mirar la vida, la idiotez desnuda abierta de piernas, el centro del mundo lleno de lenguas, los culos de latex, las chicas de popper, la belleza prohibida que nadie entiende, la diversión de la locura siniestra sin reglas ni proporciones.
Y es entonces cuando, me coge del brazo, me saca a la calle, me empuja a tumba abierta, me atusa, me enerva y me electrifica, hunde mis planes, arrasa mis convicciones y termina mis principios, me aparta el pelo para que esnife, me enciende para que fume, me tira de la lengua, me abre el culo, me llena las copas, apuesta por mí en cualquier timba absurda y me aguanta la cabeza cuando vomito. Sus esqueléticas zarpas tiran de mi pelo, cogen mi cabeza por las orejas y me acercan al centro del infierno, al huracán del placer: el ano del deseo. Y me obliga a escupir, a tragar, a llorar y a reír, a perderlo todo y a estar a punto de morir mientras me muero de satisfacción.

Por mi parte intento sedarle, convencerle de que me deje en paz. Le cierro la boca, le muerdo la lengua, le paro los pies, le visto y le peino, le doy de comer y le aseo. Le compro ensaladas, agendas, relojes, zapatillas de estar por casa, le abrigo, le canto una nana y le abrazo en la cama mientras le pido a Dios que le absuelva y le comprenda. El monstruo resacoso ronronea a mi lado como la tormenta lejana. Me mira con sus ojos de fuego satánico adormecido. Acaricio su piel de serpiente y curo sus heridas con la saliva de mi amor. Se duerme y sus ojos se apagan como si la niebla los borrara. Pero yo se que el fénix de su mirada volverá a arder para enseñarme el camino infernal. Es un monstruo, tiene siete cabezas y la piel de culebra, no puedo escaparme, compartimos alma e intelecto pero un día de estos tendré que matarle o de lo contrario me matará él a mí.

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